La Riada

Hace más de medio siglo, el 14 octubre de 1961, Marchamalo sufrió una terrible riada, conocida popularmente como ‘La Venida’, que marcó un recuerdo imborrable en aquellos que la vivieron. La situación del casco urbano y la orografía del terreno hacen de Marchamalo un pueblo vulnerable a las riadas. No obstante, por aquel entonces otros pueblos también se inundaron, tal fue el caso de Guadalajara, Horche, Humanes, Torre del Burgo, Yunquera, Fontanar, Cabanillas, Alovera, Azuqueca y Villanueva de la Torre, hasta el punto de que sería decretada posteriormente una ayuda económica para la recuperación agrícola de la zona afectada por la conocida como ‘Riada del mes de Octubre’.

En el periódico Nuevo Alcalá y en su edición del 17 de octubre de 1961 se daba la noticia hablando de una “impresionante inundación ocurrida en la noche del sábado, cuando el río Henares, tan pacífico y alabado en la Edad de Oro por los poetas, sufrió un incremento de nivel tan grande que inundó varios barrios de la ciudad”. En ese año Marchamalo contaba con 1.913 habitantes. Eran los años del desarrollo industrial y demográfico de la zona, por lo que su población se vería incrementada en esa década por la llegada de inmigrantes de otras regiones españolas como Extremadura, Andalucía o de la zona de La Mancha, así como de otros lugares de la propia provincia, alcanzando las 2.620 personas en el año 1.970.

Por aquel entonces las calles y las plazas no estaban asfaltadas y la acometida del agua corriente así como la de las aguas residuales todavía no había llegado a las viviendas. En la Plaza Mayor se encontraba la fuente y el pilón. Dos arroyos conocidos como Berlinches (Barranchel) y el del Val, al que se une el de Valhondo y La Dehesa, cruzaban el pueblo, uniéndose en el Puente, junto a la Plaza Mayor.

Estas circunstancias de confluencia de las aguas de escorrentía llegadas de los montes de Usanos fueron determinantes para que el pueblo acabara inundándose. Una terrible tormenta conocida por los meteorólogos como gota fría, que devino en una gran riada que asoló gran parte de la provincia. Aunque por suerte, no causo víctimas mortales, la riada si produjo numerosas pérdidas materiales, económicas y daños en la agricultura que lastraron durante años a los marchamaleros.

(Más sobre la historia de la Riada de Marchamalo en el número 22 de la Revista Municipal ‘La Voz de Marchamalo’, artículo redactado y documentado por Juan Enrique Ablanque).

La llegada del fútbol a Marchamalo

Allá por los convulsos años 30 del siglo pasado, Marchamalo contaba con apenas de 1400 habitantes, siendo la agricultora, la panadería y el trabajo industrial de las fábricas cercanas, como la Hispano (1920) o la Pizarrita (1932), las actividades que ocupaban a gran parte de la población. A pesar de los duros trabajos que ocupaban gran parte de la jornada, los gallardos aún lograban encontrar algo de tiempo libre para dedicarlo a sus deportes favoritos: el juego de pelota, el lanzamiento de la barra, el ciclismo, y, sobre todo, el fútbol.

El juego de pelota-mano, muy extendido en Castilla y en el norte de España, se jugaba en un frontón construido para tal fin en el año 1920 en la Plaza de los Pollos, el cual sería desde entonces conocido popularmente como ‘juego de pelota’. Manos de hierro acostumbradas a los duros trabajos en el campo competían en emocionantes partidos seguidos con asiduidad por numerosos aficionados.

No menos popular era el lanzamiento de la barra, el cual tenía un escenario predilecto en la Plaza Mayor, en especial los domingos y durante las Fiestas Patronales del mes de mayo, fechas durante las cuales se celebraban también otros juegos como el de ‘saltar las mulas’, tradición popular de la época.

El ciclismo fue otro de los deportes favoritos de los marchamaleros, quienes contamos con corredores destacados en las carreras que discurrían por las carreteras y pueblos de la provincia, compitiendo con bicicletas de tubulares que ofrecían la posibilidad de colocarlas fácilmente entre los brazos y la espalda en caso de avería, debido a que los pinchazos eran bastante frecuentes.

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