Dentro de la provincia romana de Carpetania se encontraba la mansio de Arriaca, junto a la Vía Domiciana, una importante calzada romana que formaba parte de la red de comuniciaciones construída por Roma en Hispania. Según el itinerario Antonino, unía las ciudades de Emerita Augusta (Mérida) con Caesaraugusta (Zaragoza) y Tarraco (Tarragona). 

El camino que enlaza estas antiguas ciudades a través de nuestra tierra atraviesa las poblaciones de Complutum (Alcalá de Henares), Arriaca (Marchamalo), Caesada (Hita-Espinosa) y Segontia (Sigüenza), encontrándose situadas entre sí a una distancia media de 30 kilómetros, el equivalente a una jornada de viaje por aquel entonces.

La vía romana discurre por el valle del Henares, siempre por el trazado más recto posible, reuniendo dichas mansiones determinadas condiciones para el descanso, pernoctación y avituallamiento de viajeros, comerciantes y tropas, como son los pastos, forrajes, la leña y la caza disponibles en la zona. La distancia indicada en el itinerario entre Complutum y Arriaca es de 22 millas romanas (32,5 km).

Los restos arqueológicos que han venido apareciendo en la zona donde se estima que se encontraba enclavada la antigua Arriaca, junto a una necrópolis hispanorromana de entre los siglos primero al cuarto, dieron nombre hace varios siglos al paraje conocido como El Tesoro.

Desde el año 1840 se conoce la aparición de restos arqueológicos de época romana en este paraje marchamalero. En el año 1900 se halla una lápida funeraria que fue encontrada en el lugar, junto a otro nutrido grupo de piezas que en su día se extraviaron. Desde entonces fue instalada en la Plaza de la Constitución (Plaza Mayor), sirviendo de asiento o poyo. Este vestigio, que se creía perdido, fue conservado por una familia de la localidad, en el patio de la panadería de los herederos de Ángel Ortega (Felisa, Ángel y Javier) siendo recientemente recuperada y colocada con los oportunos permisos oficiales en el vestíbulo del Ateneo Arriaca, donde hoy puede apreciarse su inscripción, revisada y actualizada por el arqueólogo Emilio Gamo.

En el año 1929 los autores de la guía arqueológica de Guadalajara hablan del paraje de El Tesoro, mencionando el hallazgo de alhajas y monedas, indicando que la inscripción de la citada lápida se encontraba ya muy borrosa, empotrada en una casa de la Plaza Mayor. En diciembre de 1988, como consecuencia de importantes labores de remoción del terreno para uso agrícola y, aparentemente, para aprovechar la fertilidad de la tierra del nivel arqueológico, parte de la finca fue removida hasta una gran profundidad, haciendo aflorar los restos antiguos.

Estos vestigios recogidos en superficie fueron estudiados y catalogados por Juan Manuel Abascal en 1989 con su publicación en Antiguedad y Cristianismo, de la Universidad de Murcia. Entre ellos cuchillos, lanzas, herramientas, terra-sigilata hispánica, cerámica pintada, agujas de hueso, vidrio, bronce, fichas de hueso, placas de perfumes y monedas.

Las conclusiones de la publicación hacen referencia a que «nos encontramos ante otro asentamiento de época romana en el curso medio del río Henares. No obstante, se observa una mayor concentración de yacimientos en el área de Marchamalo, siendo El Tesoro un yacimiento diferente a lo que conocemos de estos pequeños núcleos que van apareciendo. La existencia de un edificio construido con sillares parece indicar que estamos ante un asentamiento de una entidad mayor a la del resto. La posible masio en la que algunos autores sitúan Arriaca podría explicar la existencia de los restos de posibles villae muy cercanos«.

En 1999 se hallan nuevos restos arqueológicos de época romana en terrenos del Polígono Industrial del Henares, en el término de Marchamalo, junto a la cañada de San Sebastián y paraje de Marchamalillo, donde trabaja el arqueólogo Miguel Ángel Cuadrado.

En sus conclusiones plasma que «los restos descubiertos parecen corresponder a la parte inferior de un horno y el praefurnium anexo, el primero de forma rectangular, es una superficie horizontal cubierta de hollín y construída con una técnica similar al opus signinum, trozos de ladrillo y cal. El praefurnium es un espacio de las mismas características, más reducido. Todos conservan parte del alzado y las estructuras que las sustentaban, dado que la cámara era subterránea. La estancia tiene una mayor calidad constructiva, con muros sólidos, realizados con piedras grandes y un reboco de estuco cuidado e incluso moldurado«.

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