La Guardia Civil y Marchamalo

El Camino Real de Navarra fue paso obligado en el siglo XIX, entre otros, de los ejércitos liberales de Isabel II. Ejemplo de ello son las crónicas que nos quedan de algunos de ellos, como el 2º Batallón de Guías de Luchana, compuesto por 900 plazas (6 Compañías) y que en diciembre de 1840 se encontraba acantonado en Marchamalo en una situación penosa, tal y como informaba por aquel entonces el periódico El Católico: “…llamamos la atención al Señor Ministro de la Guerra que, no habiendo en el pueblo de Marchamalo capacidad para alojar más que 400 o lo mas 500 hombres de forma que no hay casa de infeliz jornalero donde estén alojados 6 y aún 7 soldados y que éstos no tienen más cama que su capote, ni más calor para aliviarse del frío de la estación invernal que el que produce la paja, pues la leña escasea. De aquí el ver a los soldados acudir al toque de fajina cada uno con su cazuela a recoger un rancho que cuando llega al alojamiento ya esta frío; de aquí el estar el Hospital (se encontraba en la calle de la Alameda esquina a la calle de la Luna) lleno de enfermos con calenturas tifoideas por lo que solicitaba al Gobierno que aloje esta tropa en los pueblos inmediatos de Usanos, Chiloeches y Horche donde abunda la leña y otros recursos necesarios”.

Al finalizar la 1ª Guerra Carlista (1833-1840) se agravó el problema de seguridad pública que existía en el ámbito rural de España con el bandolerismo, por lo que el Ministro de la Guerra, Narváez, dispuso en el año 1844 la formación de una fuerza policial de doble dependencia, que en algunas provincias vino a reemplazar a la antigua Santa Hermandad (1476-1835), conocidos popularmente como los ‘Mangas Verdes’. Su reorganización se encargó al Duque de Ahumada, Inspector General Militar y primer Director del Cuerpo. Un nuevo Cuerpo de naturaleza militar en cuanto a organización, y al mismo tiempo sujeto al Ministerio de Gobernación en cuanto a servicios y movimientos quedando desplegado por todo el territorio nacional.

Por aquellos tiempos, numerosos bandoleros y forajidos acechaban los caminos y ventas, tal y como podemos comprobar en mapas de la época, donde curiosamente se advierten los “parajes donde los salteadores de caminos suelen situarse a favor de la espesura que les oculta y la gran extensión de país que desde ellos se descubre” (Itinerario español o Guía de caminos 1798, en el que aparece Marchamalo como zona de riesgo). 

(Más sobre la historia de la Guardia Civil en Marchamalo en el número 23 de la Revista Municipal ‘La Voz de Marchamalo’, artículo redactado y documentado por Juan Enrique Ablanque).

El sexenio democrático (1868-1874)

Durante la revolución conocida como La Gloriosa de formará una junta local en Guadalajara entre cuyos componentes se encontraba el marchamalero Manuel del Vado. La junta era profundamente burguesa, al igual que el resto del país. En 1887 se promulgará la ley de asociaciones, inscribiéndose legalmente el PSOE y UGT, no así el anarquismo de la CNT-FAI. Hasta entonces no se había tenido en cuenta ningún aspecto relativo a la situación de los obreros. En el año 1868 nuestro pueblo cambiaría el nombre de la Plaza Mayor por el de Plaza de la Constitución.

En Marchamalo el movimiento obrero y sindical será muy relevante de sus inicios, formado principalmente por jornaleros, pero también por trabajadores de la incipiente industria. Otro ejemplo de este desarrollismo incipiente es la ejecución de la obra más significativa de la provincia de Guadalajara en el siglo XIX y que empleó a cientos de trabajadores, el Canal del Henares.

Su proceso de construcción fue muy lento y costoso, hasta completar el trazado actual a principios del siglo XX, con una longitud de 39 km entre su inicio, en la presa del río Henares en el término municipal de Humanes, hasta su final en Meco.

Con un trazado discurre al oeste de la vega del Henares, de norte a sur, quedó a las afueras de nuestro municipio para quedar posteriormente totalmente incluido dentro de nuestra configuración urbana, siendo un eje central tanto física como económicamente hablando. Para Marchamalo, el Canal del Henares vino a representar un gran desarrollo agrícola y una importante fuente de riqueza, al convertir las tierras de secano en regadíos, permitiendo una agricultura intensiva y productiva que generaba mucha mano de obra y, al mismo tiempo, provocaba el desarrollo de la ganadería y el comercio.

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